Cinco sitios nuevos donde comer bien para empezar el año como Dios manda



La Barra Inka

Tres amigos peruanos que se liaron la manta a la cabeza y cruzaron el charco hace tres años para dispersarse inicialmente en el vasto entramado de la hostelería malagueña. Ese fue el principio de un objetivo primario que acaban de cumplir y que, de momento, ha arrancado como una moto de las gordas. Henry Wong, Greisly Olivier y Edwin Villarreal han terminado por reunirse en un mismo sitio y ahora se reparten las tareas de cocina, gerencia y sala de La Barra Inka, un local chiquito y simpático que abrió hace apenas dos meses y que va camino de hacerse grande en un santiamén. De momento, buena parte de la comunidad peruana residente en la Costa del Sol ha encontrado aquí los sabores, las texturas, los productos, las combinaciones y la presentación precisa de los platos de su país, y no seré yo el que les lleve la contraria. Vamos, digo yo. Una carta fresquísima, sugerente y exótica a ratos también empieza a embobar a los españoles y latinoamericanos de otras latitudes, y eso ya puede darles una idea del éxito precoz de este lugar que no entiende de fronteras (cuando puedan venir los guiris, ni les cuento). 



Obviamente el ceviche es el plato estrella de La Barra Inka (aquí existen hasta diez formas diferentes de elaborarlos, entre los 8 y los 15 euros), aunque las causas peruanas (puré de patata rellenos de atún, pollo, pulpo o acevichados, de 6 a 14 euros), los tiraditos de pescado en salsa de ají amarillo (de fusión peruana y japonesa, 12 euros), los fenomenales arroces chaufa nikei (de 7 a 15 euros), los makis, los tequeños o los poké bowl (de 8 a 12 euros) no tienen desperdicio. Acompáñalo todo con cervezas y cócteles peruanos y después ya me dices cómo ha ido la cosa. Si todavía te sostienes, claro. Dirección. Calle Santiago, número 6 (pequeña vía que une la calle Alcazabilla con la de Granada). Málaga. Teléfono: 603 426 023.



La Favorita

Uno de mis últimos descubrimientos del puñetero año que se fue y al que pienso ir este 2021 en muchas ocasiones, siempre que me dejen los altibajos del virus. Marisa Rus, una excelente cocinera madrileña que lleva dos décadas y media en Málaga, inauguró La Favorita el pasado mes de noviembre después de regentar durante varios años el popular Fogón de Marisa, en la calle Compás de la Victoria. Y su nuevo establecimiento tiene todas las papeletas para acumular la fama del anterior gracias a una carta diversa y equilibrada de raíz puramente española sin ninguna chorrada que añadir, ni mayores estridencias que la absoluta excelencia de la tradición gastronómica ibérica. Trabajadora incansable sin necesidad de haber nacido en un arrozal de China, Marisa Rus también ha formado una plantilla femenina muy amable, efectiva y estupendamente coordinada en la cocina y la sala, mientras que la estética acogedora y familiar de La Favorita obedece al tipo de platos y ambiente que pretende ofrecer. Esto es España, no Chicago (iba a acabar con un taco pero me voy a aguantar). 










Las patatas bravas a la madrileña (7 euros la ración), el carpaccio de berenjenas (8 euros la ración), las croquetas de pringá de cocido madrileño (7,5 euros, nueve unidades) o los huevos rotos con gambas al pil-pil (10 euros) están para dedicarles un poema antes de meterse en fregados más contundentes. Memorables los judiones de la Granja (9 euros la ración), los cartuchos de pescado frito (entre los 6 y los 9 euros) y las albóndigas de choco (8 euros la ración), pero nunca se olvide del cachopo asturiano (15 euros), el flamenquín cordobés XXL con patatas (12 euros) o el relleno de rabo de vaca XXL (15 euros). Efectivamente, esta cocinera será pronto la favorita para muchos malagueños. Dirección. Paseo Cerrado de Calderón, número 14. Málaga. Teléfono: 951 692 878. Móvil: 647 245 789.




La Escondía

Tiene su gracia el nombre de este nuevo establecimiento malagueño, pero en realidad se trata de un proyecto muy serio que han rumiado ocho jóvenes socios, la mayoría dedicados al maltratado sector del ocio nocturno. Abierto hace apenas tres meses bajo el concepto de taberna moderna, la carta de La Escondía (que no está tan escondida) pretende resumir con desenfado el objetivo informal de un local que tiende a reunir a amigos de toda la vida, a amigos de los amigos de toda la vida, a amigos de los amigos de los amigos de toda la vida y así sucesivamente. De estética interior elegante e intimista, su terraza ya es una de las más demandadas de la ciudad, mientras que su oferta culinaria se divide en tres sencillas opciones (entrantes, conservas y panes) que facilitan la elección y garantizan un picoteo sabroso y estupendamente combinado y presentado. Si usted quiere jalarse un cochinillo entero, váyase a otro lado porque ésta no es una de esas tabernas. Álvaro Pastrana, Curro López, Alberto Molina o el chef José Padilla (que trabajó un lustro en el restaurante La Deriva) son algunos de esos amigos que han optado finalmente por dedicarse también a la gastronomía vespertina y que han sabido conjugar la familiaridad ambiental y la diversidad hostelera.



Entre los entrantes sobresalen el lingote de foie casero con caramelizado de manzana ácida y crema de mango de la Axarquía (7 euros), el tartar de salchichón de Málaga con encurtidos y yema de codorniz (9,8 euros) o el pulpo a la Escondía con parmentier de pimentón de la Vera (9 euros). Y después continúe con un perrito de costilla de cerdo con cebolla al PX y mahonesa de chimichurri (5,2 euros), un brioche de rabo de toro con bechamel de payoyo y tamarindo (5,2 euros) o un mollete de magret de pato con salsa kimchi y hierbabuena (5,2 euros). Tire para allá inmediatamente. Dirección. Calle Santiago, número 8 (pequeña vía que une la calle Alcazabilla con la de Granada). Málaga. Teléfono: 623 133 948.




La Catrina

No me sea usted burro y vaya a creer que Catrina fue aquel pedazo de huracán que puso boca abajo a los Estados Unidos. Simplemente es cómo llaman los mejicanos a la calavera, convertida en icono peculiar, colorista e incluso espiritual de ese país de gastronomía excelente. Pero mucho tiene que ver la osamenta con este restaurante chiquito y de apenas media docena de mesitas, entre otros motivos porque los platos que se sirven aquí están de muerte. Dos hermanos de Guadalajara (la de Méjico, no la nuestra) y de origen suizo son los valientes jóvenes que se han lanzado a la piscina en plena pandemia motivados por su óptima preparación hostelera -estudiaron en la EHL de Lausanne y la escuela marbellí de Les Roches- y la intención de abrir un local familiar, sencillo, doméstico y multicultural desde la perspectiva culinaria azteca más universal. Melanie y David Giger inauguraron este negocio hace escasamente un mes en el casco histórico de Málaga sin ninguna pretensión, aunque la humildad de ambos, su impecable amabilidad y la honestidad de los platos empiezan a captar el interés del vecindario. Curiosamente fueron algunos jóvenes extranjeros los que iniciaron la peregrinación a este sitio, pero los españoles ya asoman la cabeza por aquí despues de descubrir la simplicidad de una carta que abarca la base de esa cocina mejicana tan reconocible como apetecible. 



Fenomenales la quesadilla con carne de res (4,5), el burrito de pollo con verdura (6,5 euros), el tacotinga de pollo (pollo guisado con salsa chipotle, 1,9 euros) o los nachos de chile con carne (acompañados con frijoles fritos, queso fundido, pico de gallo, crema agria y jalapeños, 11,9 euros). Y además una veintena de cócteles distintos, entre ellos el cantarito, el único que se sirve en la ciudad. Deje de ver la tele y salga un ratillo, que no se diga. Dirección. Calle Beatas, número 36. Málaga. Teléfono: 615 509 380.




Black Bottle

Formado en la escuela marbellí de Les Roches como jefe de sala, Ramón Alcaide es tan inquieto que incluso ha trabajado en la Polinesia francesa porque a nadie se le ha ocurrido hasta ahora abrir un restaurante en el fondo del Triángulo de las Bermudas. De sus muchos empleos por todo el mundo (Bruselas, Miami o Londres), a Alcaide le ha quedado un poso de cosmopolitismo alegre y multirracial que ahora ha querido plasmar en un bistro coqueto que juega a convencer a la clientela con una carta cortita pero muy sugerente, equilibrada y generosa en sus raciones. Esa es la intención de Black Bottle, un establecimiento que apuesta por la cocina compartida y el copeo comunal como fórmula de entretenimiento tan informal como globalizada. Y es que a nadie le desagrada un buen gin tonic después de haber comido a gusto y con gusto. Este nuevo espacio, pequeño pero estéticamente fino y terraza desde donde se ve pasar la vida urbana, abrió a primeros de octubre con una carta sencilla que, sin embargo, concentra una relación de platos muy atractivos tanto para individuos solitarios como para tropas familiares, amigotes, parejas en proceso de coqueteo o a punto de tirarse la vajilla a la cabeza.



Personalmente me pareció estupenda la ensalada Quay (de langostinos en tempura, queso de cabra, espinaca frita, baby leaf y mayo japo, 8,5 euros) antes de atacar unas abundantes patatas bravas (4,9 euros), unos adictivos langostinos en tempura al sweet chili (6 unidades, 7,9 euros) o unas croquetas de pollo, mango y curry (6,5 euros). Y después métale mano a una burguer madurada americana, bacon, cheddar, huevo y cebolla a la plancha (9,5 euros) o pida unos paccerini trufados con setas, huevo y parmesano (9,5 euros). Si finalmente prueba las cookies recién horneadas con helado de chocolate (4,5 euros), seguro que cae la copita. Pues eso. Dirección. Calle Alcazabilla, número 11. Málaga. Teléfono: 675 368 336.

Javier Sánchez/7/enero/2021


 




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