Miguel Sierra, el empresario de playa que está a punto de cumplir 55 años en la arena

No se acuerda con exactitud de cuándo abrió su famosísimo Playa Miguel, en La Carihuela, porque este hombre se mete en todos los follones empresariales que le gustan. Y le gustan casi todos. Pero debió ser en los albores de los ochenta, más o menos. Quizá más, quizá menos. De lo que sí tiene un recuerdo transparente es de su afinidad intimísima con el barrio de pescadores más popular de Torremolinos -acaso de toda la Costa del Sol- y de su amor incondicional por las casitas y las callejas donde nació sin tener que ir a un hospital. "Con comadrona y en la cama de mis padres, como se hacían antes las cosas", dice. 

Pero no fue en La Carihuela donde inauguró, en la primavera de 1968, su primer chiringuito, sino un poco más al este, a veinte minutos a pie de donde ahora se sitúa su buque insignia. Miguel Sierra (Torremolinos, Málaga, 1950) apenas tenía 18 años cuando colocó por primera vez el cartelito de Playa Miguel muy cerquita de las flamantes torres de Playamar, que entonces prácticamente monopolizaban las acaloradas discusiones vecinales. Cabreo monumental o mucho orgullo turístico a partes iguales. A Sierra, que asegura sin dudarlo que "me seguiré metiendo en todos los proyectos que me atraigan porque me gusta hacerlo", le faltan por tanto unos mesecitos de nada para cumplir 55 años pisoteando la arena entre bandejas y hamacas, quemándose los pies para no enfriar su inquietud, sudando como un pollo para vender las alitas, echándole gasolina a una vida incendiaria y liándola con un establecimiento icónico que ha sabido atar a generaciones de guiris y no guiris. "Ahora vienen los nietos de aquellos primeros turistas, pero también los abuelos que quedan en pie. Esto es una familia". 

Para ponerle la bandera a su frenética existencia recuerda que fue el primero que llevó el pescaíto a la feria turística Fitur, de Madrid, cuando en los stands solo se servía queso y jamón cuartelero, que Julio Iglesias lo metió un día en su avión privado, que Orson Welles le cogió en brazos, que empezó vendiendo refrescos en la playa, que un puñado de toreros legendarios venían a comer con él cuando pasaban por Málaga y que, en un arrebato de los buenos, decidió comprar dos o tres humildes inmuebles de la gente del mar para levantar un hotel frente a su negocio. "No sé cuánto tiempo viviré, pero sí te puedo asegurar que no me voy a retirar nunca. Si lo hago me muero un par de horas después". Un hombre conciso, un hostelero simbólico, un empresario fijo. Y de contrato indefinido. Dirección. Playa Miguel. Paseo marítimo de La Carihuela, número 25. Torremolinos, Málaga. Teléfono. 952 374 581.

Javier Sánchez/26/septiembre/2022


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