Madrid, Fusión y confusión


Comienza Madrid Fusión y yo no iré a Madrid a fusionarme con nadie. Es verdad que en mi contra juega la dificultad de viajar a la capital de España porque no tengo patrocinador y porque eso supone desembolsar 1.000 euros de gasto en tres días, entre transporte, alojamiento, idas y vueltas a la feria, almuerzos y cenas de obligado apoquine y bailar la conga hasta altas horas de la madrugada, si se tercia. Tenga usted en cuenta que eso de comer de gorra, de stand en stand, también está mal visto entre una clientela entendida que sí va patrocinada en su mayoría. Y uno que es muy digno -y que ni siquiera cuenta con el respaldo del colchón Lo Mónaco para echarse una cabezada mientras otros no comen de gorra sino que analizan con sabiduría a dos carrillos-, intenta aparentar que el dinero no es un problema, aunque sea un dramón. Del precio de la entrada solo puedo decir que da para una semana de ibéricos y langostinos.
Pero tampoco voy a Madrid Fusión porque las veces que he ido no me ha aportado nada. Esa es la esencia de mi ausencia. De la misma forma que tampoco me atrae el Salón del Gourmet, Hostelco, San Sebastián Gastronómika o la feria Torrelodones, qué bonito lo que Comes, por poner tres ejemplos y una chorrada, Madrid Fusión es una componenda de grandes nombres, grandes platos, grandes técnicas, grandes tendencias, grandes premios y pequeñísimos objetivos de aplicación global: lo que se diga y se haga allí solo permanecerá en la memoria colectiva lo que dure la feria, o quizá unos pocos días más para cumplir con los contratos de publicidad. 
En un ejercicio de paciencia casi infinita he contado el número de ferias gastronómicas que se han celebrado en España en 2019. Son 137, lo que equivale a la celebración de una cada 48 horas y a la postulación dispersa, caótica o ininteligible de hacia dónde va la cocina nacional y cuáles deben ser sus prioridades. Unos dicen una cosa; otros, lo contrario; algunos, lo que les da la gana, y el resto, ni siquiera dice nada. Es lo que tiene la alta cocina, que no puede presuponer nada que vaya a ser un fenómeno general porque apenas capta en el conjunto de Europa al 2,7 por ciento de los consumidores.
Conferencias magistrales que solo lo son porque la ha protagonizado un tres estrellas Michelin; espectáculos visuales de vapores que precisamente solo son eso, humo, showscooking que nunca se pondrán en práctica en la sala, experimentos con los que nadie experimentará después, debates de muy corto recorrido, propuestas únicamente particulares o de esnobismo ruinoso y cientos de galardonados que, a partir de ese momento, serán los mejores de España en hacer bocatas de manteca colorá, tapas, croquetas o berenjenas porque otros miles de cocineros no han sido invitados. 
No, no voy a esas ferias por sencillas razones. Para ver a conocidos y hacerme selfies con desconocidos que luego presentaré en facebook como íntimos de toda la vida, prefiero gastar aquellos 1.000 euros en mis propios objetivos culinarios. Básicamente en comer todos los días

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