Opinión: Pagafantas y Cierrabares

Javier Sánchez Díaz

A los norteamericanos les ha dado ahora por comprar o alquilar terrenitos en régimen comunal para cultivar productos ecológicos. Lo hacen en terrazas, en áticos, en ranchos o en sótanos, donde siempre se habían ocultado los cadáveres o las plantaciones de marihuana pero nunca de tomates cherry. 

Y ahora, imagine usted por un instante que en el legendario Silicon Valley se prohíba la apertura de nuevas empresas tecnológicas durante cinco años. Antes de que expirase esa norma, cabría la posibilidad de que la zona habitual de paseo de Bill Gates pasara a llamarse Boniato Valley. 

Tan inimaginable es ese supuesto como sospechosa resulta la aplicación de un proyecto que se llama ZAS y que, efectivamente, tiene nombre de colleja a traición. Al amparo de tres palabritas (Zona Acústicamente Saturada), el Ayuntamiento de Málaga ha prohibido durante un período de cinco años la apertura de nuevos bares en cien calles de Málaga (¡cien!), que es lo mismo que decir que, si quieres abrir un local de esos, tendrás la gran oportunidad de inaugurar el primer chiringuito de montaña de la historia.

¿Qué hay detrás de esta medida casi soviética? Lenin prohibió la apertura de librerías justamente durante cinco años a partir del triunfo de la Revolución de Octubre -que fue en noviembre- con la excusa de que la lectura libre era antibolchevique. Hitler, mucho más impaciente, las cerró todas en un día, mientras que Mussolini, el más latino de los tres, solo permitió que se leyera en público en las tabernas del Fascio di Combatimento. Una combinación muy eficiente la de zumbarte siete vinos al atardecer y leer a la vez cómo apalear por la noche a un socialdemócrata.


¿Vecinos que no pueden dormir, regulación europeísta, terrazas de ocupación excesiva, multinacionales que necesitan más espacio, inversiones que requieren salida, políticos con intereses propios, competencia incómoda para algunos, amigotes con proyectos...? 

En una ciudad que hace ya muchos años se ganó a pulso la calificación de Zona Industrialmente Tiesa (llamémosla ZITI) y que es, esencialmente, un territorio de camareros y beodos, negarle a cualquier emprendedor la posibilidad de abrir un local para dar empleo a unos y cubitos de hielo a los otros parece cosa rara, incluso insolidaria. 

Como también sospecho que la medida no tiene la intención de facilitar la apertura de librerías, solo puedo llegar a dos conclusiones aparentemente infantiles: o se pretende que los jóvenes caminen haciendo íes en vez de eses o son cuatro adultos los que han bebido demasiado. Quizá con nocturnidad y alevosía en el bar de alguno de los cuatro.


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