La historia de amor del sushiman Carlos Navarro


Carlos Navarro con su certificado de cinturón negro del sushi. 


El amor mueve montañas o te mata. O algo así, dicen. En el caso del sushiman Carlos Navarro Björk, ni una cosa ni la otra, porque fue él quien se movió para que la posibilidad, siempre agazapada, del desamor no acabara matándolo. Todo lo hizo por su novia, Lucie, por sus padres y por él mismo, y se fue al Campenato Mundial de Sushi de 2016, celebrado en Tokio con la presencia de los 50 mejores elaboradores de sushi de 26 países.
Carlos (Málaga, 1970, padre español y madre sueca) quería demostrarle a su pareja que él no era un cocinero cualquiera y que debía tener motivos sobrados para enorgullecerse. También buscó la comprensión de sus padres, que habían visto cómo su hijo -un informático de éxito y creador de varias empresas- lo dejaba todo para dedicarse a la cocina japonesa como autodidacta. Y después lo hizo también por él, solo para ahuyentar esa sensación de chef sin pedigrí y convencerse de que la propia imaginación no se forma en las aulas ni entre academicismos.

Y lo logró. Se dedicó a organizar cenas con sushi, ahorró casi todo lo que ganó para el largo viaje, le patrocinó a medias la empresa Trocadero -para la que había trabajado antes- y se fue a Tokio con muchas cosas por demostrar y demostrarse.
Con algunos cuchillos comprados por él y poco más se presentó en el Mundial casi a pelo. Templó los nervios frente a sushimans poderosísimos y pasó a la siguiente y última fase, ya solo compuesta por los veinte mejores del certamen. Aprovechó la cita para sacarse el cerfitificado de cinturón negro del sushi -el kuro ibo-, un master que nadie tiene en España, y se presentó en la gran final con la sensación de haber triunfado ya. Pero ahí no acabó la cosa. Con la técnica llamada kabanoki creó un magnífico papillote de sushi humeante que puso en guardia al jurado e inquietó a sus rivales. Nada menos que quinto del mundo, mención especial y vuelta a casa. Y además, la novia, los padres y él mismo, enormemente orgullosos de la hazańa. 
Carlos Navarro Björk ofrece hoy clases magistrales de sushi -porque no olviden que es master-, viaja por toda la península para demostrar sus habilidades frente a unos alumnos boquiabiertos, imparte cursos de formación en el canal Horeca, pasa muchas jornadas en Madrid enseñando técnicas niponas a los mejores chefs de la capital de España y sigue devorando todos los libros de gastronomía japonesa que caen en sus manos. Incluso escribe ahora uno propio que todavía no tiene nombre, pero que sí llevará sus apellidos.
Y todo porque, cuando era un niño, vio en la televisión cómo los japoneses se comían el pescado crudo y se preguntó si aquello estaría bueno. Lo excepcional lo hace él ahora. 

Carlos Navarro Bjorg.
Móvil: 608 39 52 75.

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