La decepción malagueña de uno de los mejores pasteleros del mundo


Ya hace doce años que ocurrió, pero Paco Torreblanca (Villena, Alicante, 1951) no lo olvida. Considerado el mejor pastelero de España y uno de los mejores del mundo -el único español que posee el premio al mejor pastelero de Europa-, Torreblanca llegó a Málaga desde su provincia natal con la firme intención de abrir un obrador-pastelería en el centro de la capital de la Costa del Sol.   

Animado por una de sus alumnas más aventajadas, Puri Morillo (también malagueña y ahora propietaria junto a su marido de Pastelería Daza), el veterano profesional que elaboró la tarta nupcial y otra repostería selecta para la boda de los actuales reyes de España buscó durante varios días un lugar bien situado y cosmopolita, de tránsito peatonal intenso. 
Incluso llegó a reunirse con varios concejales del Ayuntamiento de Málaga para facilitar la localización de ese futuro negocio, atendiendo a la popularidad del personaje y conscientes de que la ciudad podría encontrar un nuevo motivo de promoción y de incentivación al comercio del casco histórico.

Torreblanca y Morillo encontraron el lugar idóneo, un edificio de dos plantas que había sido recientemente reformado en la populosa calle Granada. 6.000 euros mensuales de alquiler son bastantes euros, pero el repostero quedó al día siguiente con el propietario del edificio donde quería abrir su obrador con la intención de llegar a un acuerdo rápido.  

No pudo ser. Todo lo contrario. El dueño del edificio elegido por Torreblanca ya se había enterado la noche anterior de quién era el inversor y se frotó las manos. No, no quería ya arrendar por 6.000 euros y se descolgó con una cifra de locos. Le pidió a Paco Torreblanca la friolera de 16.000 euros mensuales por 157 metros cuadrados. 

«Málaga es maravillosa y me habría encantado tener un obrador en la ciudad, pero ya no abriré nunca allí», señala ahora Paco Torreblanca. Es lo que suele pasar cuando un maestro se cruza con un listo que cree saber mucho más que él.

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