Los vapores de la fábrica de ginebras Larios y los que emanaban de la planta de producción de Aceites Moro, situadas una al lado de la otra en el centro de Málaga hace ya varias décadas, debieron afectar desde muy chico a Álvaro Ávila (Málaga, 1981), que pronto empezó a cocinar cosas bizarras para la época pero que combinaban de maravilla. Lo de los vapores no lo digo yo, lo dice él. Y algo tuvieron que ver esos efluvios con su nombramiento meteórico como uno de los diez chefs más creativos de la provincia de Málaga (y eso tampoco lo digo yo, sino el crítico gastronómico del diario Sur, Enrique Bellver). La Alvaroteca, un coqueto restaurante de estética a mitad de camino entre las puutalot escandinavas (no es un insulto, son las casas finlandesas de madera), el rock psicodélico y el manga japonés, abrió sus puertas en 2013, y desde entonces su evolución ha ido adaptándose a las circunstancias económicas y personales de una población que un día recibe un sopapo en la nuca y al día siguiente la encierran durante tres meses con un paquete de macarrones en la nevera.
Pero Álvaro parece tener respuesta para todo. En el último trimestre de 2020 puso en marcha una idea tan original que ha convertido su establecimiento en una especie de tapería sofisticada sin barra pero absolutamente distinta a cualquier otro local que usted pueda encontrar, sin renunciar nunca a sus raciones más aplaudidas y estableciendo una nueva sección que le guiña el ojo a la gastronomía nipona. Se llama carta blanca y resulta imprescindible para entender esa transformación de La Alvaroteca en tiempos de pandemia y tiesura al proponer en platos de pequeño formato y muy asequibles de precio un acertado recorrido por la infinita originalidad de un cocinero que trabajó antes con algunos de los grandes de los fogones nacionales y que ahora se va haciendo grande por cuenta propia. Básicamente, la carta blanca es una sorpresa: Usted no sabe qué va a probar y además puede parar el servicio cuando le dé la gana. O lo que es lo mismo, los siete platos individuales que suelen componer esta carta pueden quedarse en tres o cuatro si el comensal ya no puede engullir más.Javier Sánchez/8/abril/2021
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