Restaurante Ocho, las carnes y empanadas argentinas más memorables de Málaga


El restaurante Ocho no se llama así porque ocupe ese mismo número de la calle donde se sitúa, ni mucho menos con la intención de facilitar a los ciudadanos hacer una mala rima. En todo caso merece un buen verso. El 8 de agosto (octavo día del octavo mes) de 2016 los chefs Javier Cortés (Córdoba, Argentina, 1971) y el anglosueco David Perrin declararon oficialmente su amor e iniciaron una vida conjunta que no ha estado exenta de aventuras, altibajos, preocupaciones y alegrías. Vamos, como todas las parejas, pero en esta ocasión haciendo una excelente combinación como chef y jefe de sala de un establecimiento pequeñito pero de grandes platos y estética intimista y agradable.

Fue Javier Cortés quien animó a Perrin a tirarse a la piscina de la hostelería despues de hacer dos viajes iniciáticos. El primero ocurrió hace ya 25 años, cuando Cortés abandonó su país natal y se instaló en España. Y el segundo llegó en 2006 con su decisión de recorrer Argentina de arriba abajo para recuperar las viejas recetas de ese país suramericano. «Fue un viaje muchísimo más antropológico que turístico», dice Cortés que durante meses buscó en ciudades y aldeas argentinas a las señoras más mayores del lugar para que le enseñaran los secretos de la amplia gastronomía de un país que ha bebido de la herencia española e italiana para encontrar su propio camino culinario. 

Eso es precisamente el restaurante Ocho, una auténtica biblioteca de cocina autóctona bien analizada y elaborada que huye del concepto más básico que tenemos los españoles de la dieta estrictamente carnívora de los argentinos y que disecciona fenomenalmente la raíz más profunda de su rico recetario. 

Casi todo el mundo cree aquí que los argentinos meten en una barbacoa los únicos productos de que disponen y que después de zamparse cada uno tres kilos de filetones y chorizos criollos, concluyen la reunión al aire libre con el atiborre de licores raros y de mate. 
Obviamente el consumo de carne es esencial en uno de los países con mejor ganado del mundo, pero no todos saben que en el extremo sur del continente americano hay decenas de empanadas y hojaldres distintos, una huerta sorprendente, una pasión intensa por los quesos y los vinos, un cuchareo sólido, un vasto listado de postres y dulces de desayuno o almuerzo, embutidos de dispares presentaciones y sí, efectivamente, cien formas de seccionar y elaborar las carnes acompañándolas de salsas extraordinarias. 

El añadido particular de Javier Cortés a la carta -equilibrada y muy bien definida- lo impone su obsesión por las infinitas variables del pato que aquí ocupa toda una sección y que, además, logra a diario una gran demanda por la originalidad contundente que suele aplicar a lo que hace mientras juega acertadamente con los ingredientes y salseados que descubrió en otras peregrinaciones europeas.
Pero este negocio ha alcanzado el meritorio reconocimiento de muchos grandes chefs andaluces por su forma absolutamente artesanal de preparar las famosas empanadas argentinas y una carne que llega expresamente del otro lado del Atlántico. Incluso el diario británico Daily Telegraph reconocía hace un par de años que ningún turista de ese país debería abandonar la Costa del Sol sin pasar por aquí para probarlas. Y el que no lo haga es que es tonto, más o menos. Ciertamente son memorables. 

Hasta media docena de empanadas diferentes se incluyen en la carta del Ocho con el objetivo de mostrarle a la clientela que no solo hay una o dos, sino que cada provincia argentina presume de tener la suya propia, mientras que las carnes se someten a una preparación tan impecable que en ningún caso pierden su jugo, textura y sabor porque el tiempo de parrilla es exacto, prácticamente matemático.


Recomendaciones

Ya lo hemos dicho antes, pero nunca viene mal recordarlo. Absolutamente imprescindibles la empanada cordobesa (ternera picada, cebolla blanca, patata, zanahoria, huevo duro, aceitunas, pasas de uva, pimentón, comino, ají dulce y una pizca de ají picante, 5 euros la unidad), la empanada tucumana (matambre cortado a cuchillo, cebolla blanca, cebolla de verdeo, huevo duro picado, pimentón, comino, ají dulce y una pizca de ají picante, 5 euros la unidad), la empanada santiagueña (ternera picada, cebolla blanca, cebolla de verdeo, comino, pimentón, ají dulce y mucho ají picante, 5 euros la unidad) o la empanada turca (ternera picada, cebolla blanca, tomate, zumo de limón, ralladura de lima y un poco de pimienta, 5 euros la unidad). 

Igualmente obligatorias son las milhojas de berenjena asada y tomate huevo de toro (con antipesto de pistachos y albahaca fresca, 24 euros), la terrina de foie ferm'adour trufado al brandy (con mermelada casera de fresas y vainilla, tostas caseras, pistachos y aceite de trufa blanca, 32 euros), las mollejas a la plancha desglasadas con limón (11 euros), el ojo de bife (medio kilo, 45 euros), el bife de cuadril (400 gramos, 32 euros), el asado de tira (400 gramos, 32 euros) o el vacío (300 gramos, 24 euros).
Ya le he contado casi todo, pero debe ser usted quien le coloque el punto y final. 


Restaurante Ocho
Calle Pedro de Toledo, número 2 (zona casco histórico, a cien metros de la catedral).
29015 Málaga
Teléfono: 654 90 19 44.
En verano, abierto de martes a viernes solo por la noche y los sábados, mediodía y noche. 


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